martes, 20 de diciembre de 2016

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La maldición de ser zurdo según la ciencia

A diestra y siniestra. El punto bueno y el punto malo. De un lado Dios, lo correcto, quizá lo prudente, y del otro la maldad, el rostro enfermo y oscuro de la humanidad. Ir hacia la derecha, ya sea en términos políticos o sociales, es seguir la corriente y andar por el camino seguro; al contrario, preferir la izquierda es apostar con los ojos nublados o ser la oposición absurda a la norma. Esta creencia es tal que incluso sus alcances se han extendido por la concepción neuronal del hombre.





En el hemisferio derecho habitan los pensamientos lógicos y racionales, en el izquierdo sólo existen palacios de gobierno para la creatividad, la imaginación y las extravagancias. Aquellos guiados por los lóbulos correctos serán gente de bien, personajes del conocimiento considerado. Los que no, soñadores que no pueden dedicarse más que a las artes o nunca obtener profesionalización formal en el mundo.



Pero no vayamos tan lejos. Ocupar el lado izquierdo del cuerpo para cualquier cosa, no sólo para escribir, es señal de pecado. Según la Iglesia católica actual a través de sus fieles más extremos –porque esta historia no se limita el Medioevo– los zurdos son criaturas regidas por el mismo Satán. No conformes con haberles pensado por años como humanos defectuosos o carentes de una motricidad adecuada, las personas que no ocupan su mano derecha para todo aún deben lidiar con la insignia maligna del diablo.



Pormenorizada y a veces omitida hemos hecho de la zurdera un problema invisible pero juzgable. Es decir, su cotidianidad le ha convertido en una nimia del estudio profundo, mas no le ha podido armar de herramientas defensoras en el campo de la crítica. Padres, profesores, colaboradores y demás sujetos a lo largo de una vida siempre miran o cuestionan asombrados el dominio siniestro en determinados cuerpos; haciendo de la situación un espectáculo freak o una demencia que debe ser curada en cuanto antes, una actitud que nada más los desviados podrían tener.



Ser zurdo, con todos estos bemoles y púas alrededor del brazo, es luchar en el colegio o la universidad para escribir correctamente. Porque en un aula no sólo los conocimientos deben entrar ya digeridos, lo deben hacer con el molde perfecto. Como esa olla de juguete que teníamos cuando chicos y debías introducirle formas geométricas por su correcto orificio.

El zurdo es ese círculo que quiere embonar con la apertura cuadrada.

Comprobado, los zurdos cobran menos y pocas veces son comprendidos como un ser humano cualquiera. Aunque no tienen la culpa de que en su información genética haya predilección por ese lado del cuerpo tan juzgado, nunca han podido escapar de su aura de extrañeza. Son los seguidores diabólicos de lo inverso, del antónimo, de lo que está al revés.




Pero, ¿qué nos dice la ciencia al respecto de esta maldición?
Uno de los estudios más recientes y originales concluye que el hecho de que haya un 10 % de zurdos en el mundo tiene que ver con el comportamiento social y con el mayor o menor nivel de cooperación. Según sus investigaciones, si la sociedad fuera totalmente cooperadora, si no hubiera competencia entre los seres humanos, todos seríamos diestros.

Otras teorías dicen que la zurdera es hereditaria y que, por lo tanto, una pareja de zurdos tiene un 40 % de probabilidades de tener un hijo con el mismo rasgo.


Otros estudios afirman que ya desde el vientre materno el feto empieza a usar más su lado izquierdo o derecho; recuérdense esos típicos ultrasonidos en que ya se ve al bebé manipulando sus extremidades.

De acuerdo con otros análisis científicos ser zurdo obedece al estrés materno durante el embarazo, a la falta de oxígeno al nacer, a un alumbramiento prematuro o a partos múltiples.



Por encima de todas estas perspectivas se sabe que las personas zurdas dominan más el hemisferio cerebral derecho –contrario al prejuicio que mencionamos más arriba– y por estadística cuentan con un IQ mayor a los 140 puntos.

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