sábado, 31 de diciembre de 2016

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“Las cartas de amor son ridículas”

Dice el poeta portugués Fernando Pessoa que todas las cartas de amor son ridículas, pues no serían cartas de amor si no lo fuesen. El poeta se reconoce ridículo al haber escrito algunas cuantas cartas llenas de palabras y sentimientos esdrújulos. Sin embargo, Fernando demuestra su increíble agilidad mental al decir que los verdaderamente ridículos son aquellos que nunca escribieron una carta de amor. Y es que difícilmente existe un medio tan sincero como una carta para decir, sin pena, los sentimientos más engorrosos que atormentan y enloquecen a los enamorados.


En la historia hay numerosos personajes quienes entre frases cursis y alguna que otra mentira disfrazada de enamoramiento liberan las endorfinas de quien se pierde entre las líneas melosas.
A continuación presentamos algunas de las cartas que diferentes figuras escribieron a sus amores verdaderos.
Beethoven a  su amada inmortal:


“Sólo puedo pensar en ti, mi amor inmortal; sólo puedo vivir del todo contigo o de ningún modo. Tranquila, mi vida, mi amor, sólo pensando en nuestra existencia conseguiremos nuestro objetivo que es vivir juntos. Sigue, oh, amándome, nunca juzgues mal el corazón de tu fiel enamorado.
Siempre tuyo,
Siempre mía,
Siempres nuestros”. 
Pablo Neruda  a Albertina Rosa: 

“Pequeña, ayer debes haber recibido un periódico y en él un poema de la ausente (tú eres la ausente). ¿Te gustó, pequeña? ¿Te convences de que te recuerdo? En cambio, tú, en diez días, una carta. Yo, tendido en el pasto húmedo, en las tardes pienso en tu boina gris, en tus ojos que amo, en ti. Salgo a las cinco a vagar por las calles solas, por los campos vecinos. Sólo un amigo me acompaña, a veces. 
He peleado con las numerosas novias que antes tenía, así es que estoy sólo como nunca, y estaría como nunca feliz si tú estuvieras conmigo. El ocho planté en el patio de mi casa un árbol, un aromo. Además traje de las quintas, pensando en ti, un narciso blanco, magnífico. Aquí, en las noches, se desata un viento terrible. Vivo solo en los altos y a veces me levanto a cerrar la ventana, a hacer callar a los perros. A esa hora estarás dormida (como en el tren) y abro una ventana para que el viento te traiga hasta aquí, sin despertarte, como yo te traía. 
Además, elevaré mañana, en tu honor, un volantín de cuatro colores y lo dejaré irse al cielo de Lota Alto. Recibirás, querida, una de estas noches un largo mensaje a la hora en que la cruz del sur pasa por mi ventana (…) A veces, hoy, me da una angustia de que no estés conmigo. De que no puedas estar conmigo, siempre. 
Largos besos de tu Pablo”. 
27 años después de la muerte  de John Lennon, Yoko Ono escribió la siguiente carta:

“Te extraño, John. 27 años han pasado y todavía deseo poder regresar el tiempo hasta aquel verano de 1980. Recuerdo todo, compartiendo nuestro café matutino, caminando juntos en el parque en un hermoso día y ver tu mano tomando la mía que me aseguraba que no debía preocuparme de nada porque nuestra vida era buena. No tenía idea de que la vida estaba a punto de enseñarme la lección más dura de todas. Aprendí el intenso dolor de perder a un ser amado de repente, sin previo aviso, y sin tener el tiempo para un último abrazo y la oportunidad de decir “Te Amo” por última vez. El dolor y la conmoción de perderte tan de repente está conmigo cada momento de cada día. Cuando toqué el lado de John en nuestra cama la noche del 8 de diciembre de 1980, me di cuenta que seguía tibio. Ese momento ha quedado conmigo en los últimos 27 años y seguirá conmigo por siempre”. 
Frida a su querido Diego Rivera, su eterno amor-odio:


“Nada comparable a tus manos ni nada igual al oro-verde de tus ojos. Mi cuerpo se llena de ti por días y días. Eres el espejo de la noche. La luz violeta del relámpago. La humedad de la tierra. El hueco de tus axilas es mi refugio. Toda mi alegría es sentir brotar la vida de tu fuente-flor que la mía guarda para llenar todos los caminos de mis nervios que son los tuyos. 
Mi Diego: espejo de la noche. Tus ojos espadas verdes dentro de mi carne, ondas entre nuestras manos. Todo tú en el espacio lleno de sonidos, en la sombra y en la luz. Tú te llamarás Auxocromo, el que capta el color. Yo, Cromoforo, la que da el color. Tú eres todas las combinaciones de números. La vida. Mi deseo es entender la línea, la forma, el movimiento. Tú llenas y yo recibo. Tu palabra recorre todo el espacio y llega a mis células que son mis astros y va a las tuyas que son mi luz”.
 Jimi Hendrix a una joven desconocida:


“Pequeña…

La felicidad está en ti… así que suelta las cadenas de tu corazón y déjate crecer como la dulce flor que eres… Sé la respuesta: Abre tus alas y se tú misma… Libre
Te querré siempre, Jimi Hendrix”. 
Sigmund Freud a Martha Bernays:

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