sábado, 31 de diciembre de 2016

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Hitler y su adicción a las drogas

La realidad existe porque nombramos las cosas, pero a lo largo de la historia hay términos acuñados de manera general  que son como bloques de hielo que asoman en el mar: vemos algo y debajo hay más cosas.
El término “Nazi” surgió en la década de 1920 cuando se buscó la forma de simplificar el nombre del Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP). “Nazi” fue usado por los enemigos del régimen y nunca por el régimen en sí. El término “nazi” o “los nazis” tenía connotaciones negativas: era usado como una forma rápida de describir un movimiento comúnmente asociado en la mente de los críticos extranjeros de izquierda con gobiernos autoritarios, terror estatal, campos de concentración y el asalto a los valores culturales de Occidente. Los psicólogos, incluso, sugieren que existió algo a lo que llamaron la “mente nazi” para explicar por qué los miembros del partido eran tan brutales y agresivos. El término, entonces y ahora, estaba cargado de significado.

Utilizar la palabra Nazi, dice Richad Overy, profesor de Historia en la Universidad de Exeter, es limitar a la Alemania de los años 40 de las demás instituciones que existían en el territorio; sería mutilar a aquel país de la amplia variedad de instituciones, organizaciones, eventos culturales y tensiones sociales que pueden ser encontradas en todos los niveles bajo el régimen de Hitler.
El término que podría reemplazar a “nazi”, según los académicos alemanes, es el acrónimo NSDAP o algo más corto como “nacional socialista”.
El término Ario resulta de la combinación de muchas leyendas alrededor del mundo. La primer referencia que se tiene de la palabra es la designación hindú de los adoradores de los dioses brahmanes, sacerdotes y guerreros asesores del Rey. Sin mencionar los símbolos de diferentes culturas que Adolfo Hitler acuñó para su ejército elegido, la raza pura, perfecta que gobernaría al mundo y que ya no sólo se extendería desde la India hasta Europa sino que sería de dominio mundial. La raza aria se describe como soldados de ojos azules, pelo rubio y piel blanca. Altos, esbeltos, de mandíbula cuadrada. Hitler sostenía que ciertos alemanes eran sus descendientes y usando manipulación genética y cruces seleccionados se podría recuperar la antigua cepa, degradada por cruces desafortunados.

Una de las muchas historias con las que se sustenta la existencia de la raza Aria se registra en 1871, cuando el novelista británico Edward Bulwer-Lytton, en The Coming Race, describe una raza superior, la vril-ya, que vivía bajo tierra y planeaba conquistar el mundo con vril, una energía psicoquinética. En 1873 el autor francés Louis Jacolliot promovió el mito en su libro Les fils de Dieu (Los hijos de Dios) y años después, en 1876, en Les Traditions indo-européenes (Las tradiciones indo-europeas). En estos libros vinculaba al vril con el pueblo subterráneo de Thule. Los habitantes de Thule aprovecharían el poder del vril para convertirse en superhombres y dominar el mundo, con estas historias Hitler tuvo un excelente argumento para la creación del ejército.
Pero el líder del ejército “perfecto” no lo era; recientes documentos descubiertos y cartas de su médico personal Theodore Morell, afirman que  Adolfo Hitler tomaba un cóctel de medicamentos como un intento por convertirse en el “superhombre nazi” (o NSDAP, como se explica arriba).

Adolfo Hitler debía ser el ejemplar de la virilidad masculina de aquella raza que justificó el mayor genocidio de la historia, pero en realidad, dice Theodore, era un hipocondríaco, maniacodepresivo con Parkinson, tenía los genitales deformes y casi no tenía sexo.

Si el Tercer Reich iba a gobernar el mundo era necesario que el líder supremo mostrara a sus seguidores que era el especimen perfecto de salud física y mental, pero con esos padecimientos iba a ser casi imposible que lo lograra, así que comenzó a usar algunas drogas como la cocaína y las anfetaminas para presentarse como un superhombre, si no física, sí mentalmente.
A través de un documental Nazis Underworld, emitido por National Geographic, el profesor Nassir Ghaemi afirma que el hecho a estudiar “no es si Hitler era un adicto a las anfetaminas o no, lo interesante en su caso es que Hitler tenía un trastorno bipolar y las anfetaminas le hicieron peor”.

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