martes, 16 de agosto de 2016

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10 libros que todo aspirante a escritor debe leer




Escribir no es cosa fácil. Es necesario haber leído cierta cantidad de libros para que nuestro estilo se enriquezca y se vuelva digno de hacer aparecer nuestro nombre en alguna portada. Autores como Hemingway, Cortázar y Bukowski tuvieron que leer mucho más de lo que escribieron para alcanzar el estatus de leyendas literarias que ahora poseen. Ojo: calidad antes que cantidad, siempre. Leer mucho y leer bueno, esa es la tarea del aspirante a escritor. Las lecturas que hacemos definen, junto con nuestras experiencias de vida, lo que terminaremos por escribir. Así que olvídate de la mesa de novedades y mira hacia el pasado, que ahí es donde residen los verdaderos tesoros.


La escritura es, en los mejores casos, una consecuencia natural de la lectura. Un día lees tantos libros que tu cabeza comienza a funcionar bajo esas reglas, y lo que aterrices en el papel (teléfono, computadora o lo que sea), dependerá de ello. Somos (escribimos) lo que leemos, así funciona la memoria. ¿Cómo, entonces, nutrir nuestra escritura con lecturas que nos muestren rumbos, nos acomoden en nuestro sitio o nos remuevan de él, que nos preparen para evitar hacer el ridículo frente la página en blanco? El escritor australiano DBC Pierre enlista, en un artículo recientemente publicado por The Guardian, diez obras que considera indispensables para todo aquel que decida lanzarse a la aventura de convertirse en texto. Esto es para los valientes:


10. “Rituales cotidianos: cómo trabajan los artistas” (2013) – Mason Currey
Lanzado al mercado hispanohablante por editorial Turner, este libro explora las manías y hábitos que grandes escritores —entre muchos otros artistas de distintas disciplinas— del pasado emplearon para conseguir acercarse a la inspiración, para invocarla. ¿Existen la inspiración, las musas y su divino roce? No lo creo. Existe el trabajo: “Que la musa te agarre trabajando”, se ha dicho. Sin embargo, este libro va más allá de eso: es un anecdotario, un compilado de obsesiones, una mirada a todo lo que circunda a la creación e inevitablemente interviene en ella. Una invitación a hallar nuestros espacios (físicos e imaginarios) para que la palabra ocurra con todo lo de mágico que posee.




9. “The elements of style” (1959) – Strunk, White y Kalman
Un manual de usuario, instructivo para el idioma, es esta obra colectiva que edita Penguin para el mundo angloparlante. Una guía para la correcta expresión de nuestras ideas, el modo en que nos acercamos a la idea de “escritura”, los vicios recurrentes, situaciones que hay que evitar… En resumidas cuentas: una lista de reglas por romper. Queremos escribir literatura, y para ello hemos de descubrir la manera de alejarnos de la corrección, pero no por completo. Para transgredir, primero hay que conocer la historia, así como las reglas y moldes previamente asignados. Un paso a la vez.




8.La distinción” (1979) – Pierre Bourdieu
Editado por Taurus para su venta en México, esta obra del sociólogo francés se propone analizar y discurrir sobre la cuestión del gusto: ¿qué preferimos, según nuestra clase social y otros factores, leer, escuchar, mirar o consumir? Todos tenemos algo de snob, admitámoslo. A todos nos gustan cosas por motivos que van desde el auténtico disfrute de, por ejemplo, un libro, hasta falsas tentativas de coquetear con la moda en vigor. Una ventana para mirar y mirarnos.




7. “Nueva gramática de la lengua española” (2011) – Real Academia Española
El artículo de DBC Pierre sugiere a los aspirantes a escritor cuya lengua materna es el inglés, leer The Chambers Dictionary, lo cual me parece, para efectos de esta lista, poco práctico. Mejor sugerir una especie de equivalente en español: la gramática. Una lectura tediosa, casi una tortura ritual que, sin embargo, nos llevará hasta lo más depurado de nuestra expresión. Las historias son importantes, tanto o menos de lo que importa el lenguaje; cómo contamos eso que fervientemente buscamos contar. 




6.Instant analysis” (1997) – David J. Lieberman
Un libro para, según las palabras de DBC Pierre, “saltarse la licenciatura en Psicología”. Los personajes dentro de una historia tienen mundos propios, realidades individuales que se hilan o rompen puentes con las vidas del resto. Hay que conocer de comportamientos, hábitos y modos de ser de la gente si queremos construir personajes verdaderamente tangibles, casi de carne y hueso. Se trata, a su vez, de un salto semisuicida a un espejo que no repara en arrojarnos cosas de nosotros, mismos que no queremos ver. Aun no está disponible en español.




5. El príncipe” (1532) – Nicolás Maquiavelo
Editado en México por Alianza, se trata de un manual sobre cómo convertirte en príncipe, pero si eres capaz de ver más allá de esa primera capa, descubrirás que se trata de una oportunidad para entender lo que los villanos crecen sabiendo, un vistazo a su mente maléfica. Una receta para crear personajes antagónicos que data de hace 500 años, pues. Curiosamente, esta obra pareciera ajustarse a cualquier situación en la que intervenga un juego de poder: desde tu pelea diaria por un asiento en el metro hasta los Juegos Olímpicos que miras en tu celular.




4. “El satiricón” (s. I d. C.) – Petronio
Cuando comenzamos a escribir, tenemos la noción y responsabilidad de crear algo “nuevo”, distinto a lo establecido. Esta es una obra que, a pesar de haber sido escrita en la antigua Roma, nos demuestra que nada es nuevo, que la modernidad no es un invento reciente. Pocas obras resisten el paso del tiempo como “El satiricón”, muchas menos para hacernos notar que esta decadencia ya ha sido vivida, y mejor: contada. Algo para tener en mente.






3. “Extraordinary Popular Delusions and the Madness of Crowds” (1841) – Charles Mackay
Como individuos nos importamos de una forma distinta a aquella en la que actuamos cuando estamos inmersos en una masa de personas. Juntos somos más valientes, más crueles, más poderosos. ¿Qué hacemos con ese poder? Este libro es un recorrido por los callejones más oscuros y húmedos de nuestro actuar colectivo: una rendija a través de la cual aprenderemos sobre personajes colectivos y cómo construirlos en nuestros textos.










2. “El libro negro” (1938) – Lawrence Durrell
Un libro para disfrutar, para llenarse de su energía, robarle el alma e incrustarla en la raíz de nuestros escritos. T. S. Eliot, uno de los más grandes poetas en lengua inglesa, dijo de este libro: “Es la primera obra de un escritor inglés que me da esperanzas acerca del futuro de la ficción en prosa”. Escrito por un Durrell rabioso, con la potencia de sus 24 años galopando en las entrañas como caballos locos, es la puerta de entrada a una mina llena de elementos que serán oro para nuestro propio ejercicio literario. Solo hay que saber mirar.




1. “Suave es la noche” (1934) – F. Scott Fitzgerald
Después de que el siglo XXI visitara la obra de Fitzgerald vía la reciente adaptación fílmica de “El gran Gatsby”, tenemos un excelente pretexto para conocer otra obra del canonizado autor estadounidense, esa que es considerada por los expertos como su más alto vuelo: “Suave es la noche”. Una elección de snobs, quizás, pero algo es cierto: en esta obra editada en español por Alfaguara vemos a un Fitzgerald al 100 % de sus capacidades creativas. No estará mal contagiarnos de ello un poco.
Hay centenares de decálogos escritos por artistas, críticos y otros especialistas. Un hecho es que quienes forman su propio canon somos nosotros, y los diez libros más importantes son los que nos han marcado al grado de decir “necesito escribir algo”. El secreto está en no dejar de leer y nunca perder el sentido crítico, ese que nos dirá qué sí y qué no no entra en nuestro mundo por crear. Muchas veces cedemos ante los caprichos de la crítica especializada, pero no hay como elegir, a partir de lo que somos y aquello en lo que creemos, cuáles serán los libros que definan el rumbo de nuestras historias, el fuego con el que arderemos esperando que alguna de las flamas toque el corazón, encienda la creatividad de un tercero en un magnífico y necesario efecto dominó.


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Fuente:

The Guardian

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