lunes, 27 de junio de 2016

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Las mujeres no venden: grandes escritoras que tuvieron que ser hombres


Hoy la literatura tiene rostro de mujer. E. L. James, es la escritora que sostiene el récord como la mujer que más rápido ha vendido un libro en Reino Unido. Svetlana Alexievich es la última ganadora del Premio Nobel de Literatura, Valeria Luiselli es una escritora mexicana y su libro “La Historia de mis Dientes”, es la tercer novela en lengua de habla no inglesa que ha sido nominada al “National Book Critic Circle Award”, incluso Virginia Woolf está ganando el respeto que merece y que antes era opacado por James Joyce. Hoy, muchos aceptan que su aportación a la literatura es igual o más importante. Lamentablemente el éxito de la figura femenina en las letras es relativamente nuevo. 


Valeria Luiselli

Al pensar en las grandes obras del pasado, es imposible no mencionar nombres masculinos. Claro, está Jane Austen, quien en su época fue considerada una figura importante en el mundo literario, pero son pocos los nombres de mujeres que brillaron en el pasado debido al pensamiento de su momento. Es por eso que muchas mujeres tuvieron que vivir bajo la sombra de su propio talento y ser publicadas con un seudónimo masculino. Hoy, son recordadas con su verdadero nombre, pues nadie debe esconderse y perder el reconocimiento que realmente merece. Dicen que la satisfacción viene de crear, pero es inaceptable vivir bajo la sombra de algo que no se es. 


Louisa May Alcott (1832 – 1888)
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La escritora del famoso y emotivo libro “Little Women”, tuvo la suerte de poder publicar la romántica y desgarradora obra con su verdadero nombre. La vida de cuatro niñas que crecen durante la Guerra Civil fue suficientemente sentimental para que fuera tomada en cuenta, pero la escritora también gustaba de escribir novelas y relatos góticos que en esa época siempre se e atribuían a voces masculinas, por lo que tuvo que firmar bajo el seudónimo de A.M. Barnard y así publicar obras como “A Long Fatal Love Chase” o “Behind a Mask” en las que la historia era mucho más sombría que en su obra maestra. 


Joanne Rowling (1965) 

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Ella nació en una época en la que las mujeres ya no eran estigmatizadas por ser escritoras, lamentablemente el ser considerada mujer sí afectaba en las ventas de sus libros (según los editores) por lo que ella hizo un cambio sutil. Usó la primer letra de su nombre y la primer letra del nombre de su abuela y así la gente no pensaría que se trataba de una mujer. Se convirtió en la escritora con mayor ventas en la historia y a nadie le importó que se tratara de una mujer. Incluso, tuvo que publicar bajo el nombre de Robert Galbraith para escapar de la fama que su nombre ahora tiene. 


Las hermanas Brontë

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Crecer en la familia Brontë debió ser una de las experiencias artísticas más grandes que han existido, pues las tres hermanas pasaron a la historia como grandes novelistas y hoy sus historias son consideradas piezas clave para entender la literatura inglesa. Charlotte era Currer, Emily era Ellis y Anne era Acton: todas firmaban bajo el apellido Bell. En esa época un libro como “Wuthering Heights”, que era considerado “brutal” y “espectacular” no era representativo de una señorita como lo eran las Brontë. Charlotte incluso declaró en alguna ocasión: 
“No nos gustaba declararnos como mujeres porque -sospechando en ese momento que nuestro modo de escribir y pensar no era lo que se definía como “femenino”- tuvimos una vaga impresión que las autoridades nos verían con prejuicio”. 


Amantine Lucile Aurore Dupin (1804 – 1876)escritoras amatine
La escritora parisina del siglo XIX fue una revolucionaria de la época. Era conocida por sus constantes amoríos y por usar ropa masculina en eventos sociales. A pesar de eso, la tradición se impuso y para publicar sus prolíficos y bien vendidas obras en las que hacía una brutal crítica a la sociedad, publicó bajo el nombre de George Sand. Su impacto fue tan grande que incluso uno de los precursores del feminismo llamado Ivan Turgenev dijo sobre el escritor George Sand: “Qué valiente hombre era ella y que buena mujer”. 


Katherine Burdeckin (1896 – 1963)
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La escritora inglesa tuvo una extraña evolución; sus primeros trabajos fueron publicados con su nombre, pero la que es considerada su obra maestra y que ella aceptó que era su primer trabajo “maduro” fue firmado con el nombre de Murray Constantine. El libro cuenta una historia de ciencia ficción distópica que incluye tintes feministas, lo cual hace que el evento sea aún más extraño. Afortunadamente en los años ochenta, el secreto fue descubierto y Katherine Burdeckin ganó el reconocimiento que merecía desde los años treinta. 


Mary Ann Evans (1819 – 1880)
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Una de las mujeres más inteligentes de su época fue una niña inteligente, una lectora insaciable y una escritora con bastantes prejuicios acerca de la escritura femenina. Su amor por la literatura la llevó a estudiar la materia y también a trabajar en una editorial en donde adoptó el seudónimo de George Elliot. Después, comenzó una relación con el filósofo George Henry Lewes quien la convenció de escribir ficción y así es como nacieron clásicos como “Adam Bede” y “Middlemarch”. ¿La razón para que ella escribiera de esa forma?, creía que si firmaba con su nombre los estereotipos que giraban alrededor de la literatura hecha por mujeres afectaría las críticas.


Nombres que deben ser recordados tal como los de los grandes novelistas que han marcado épocas y movimientos. Sus plumas fueron igual de fuertes y emocionales; cambiaron tantas vidas como cualquier hombre y su legado debería vivir en la verdad. Además de las mujeres también hay hombres que han cambiado su nombrepor distintas razones y aunque ya nos acostumbramos a un nombre, tal vez deberíamos regresar al verdadero para consagrar la verdad.

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