lunes, 30 de mayo de 2016

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¿Qué significa ser un “bibliófilo”?

André Maurois dijo una vez que “un lector apasionado debe tener una biblioteca limitada, y releer cada año los mismos libros”. Dejando a un lado el debate que podría surgir sobre si esta frase es acertada o no, lo que está claro es que no describe en absoluto a los coleccionistas de libros. Esos bibliófilos apasionados y entendidos, y a la misma vez fetichistas y amantes de lo raro, cuyas bibliotecas tienen dimensiones inimaginables y en las cuales se pueden encontrar auténticas joyas literarias y piezas de culto.

Por definición, un bibliófilo es aquella persona que siente pasión por los libros y, especialmente, por los raros y curiosos. Además, con frecuencia, son ávidos coleccionistas de obras literarias, pasión que pueden desarrollar ya sea con el fin de buscar erudición académica o bien por la simple satisfacción de poseer libros caros, antiguos y raros;primeras ediciones; libros conencuadernaciónes inusuales o fuera de lo común; obras con ilustres procedencias y/o copias autografiadas.
Coleccionistas de libros los hay de todos tipos. Hay quien colecciona sólo libros sobre una temática concreta, libros publicados en una época determinada, obras realizadas por un solo autor, o quien sólo tiene en su biblioteca primeras ediciones. Las posibilidades pueden ser infinitas, pero todos tienen en común una cosa: la pasión por las rarezas y las obras que marcaron una época. Es común encontrar en sus bibliotecas obras como la edición de El Quijote de 1780 o varias copias de los deseados libros incunables.
Puede que algunos de ellos no lleguen nunca a leer todos sus libros, pero son capaces de dedicar horas y horas a conservarlos y cuidarlos o de revisar una copia hoja por hoja antes de comprarla.
En España el número de coleccionistas es bastante más reducido que en otros países de nuestro entorno, pero también hemos tenido (y aún tenemos) una lista de conocidos bibliófilos. Desde Godoy a Cánovas del Castillo pasando por el marqués de Jerez de los Caballeros (que en 1902 vendió la mejor colección privada del momento al magnate norteamericano Archer M. Huntington fundando éste, al cabo de dos años, la Hispanic Society of America) han sido ávidos coleccionistas de libros. Actualmente, han tomado el relevo otros como Arturo Pérez-Reverte, Enrique Múgica o Javier Gómez Navarro, con bibliotecas que rondan incluso los 14.000 ejemplares.
“Siempre imaginé el paraíso como una especie de biblioteca” decía Borges. Y tal vez, en este caso, sea más adecuado citarlo a él que a Maruois, ya que estamos seguros de que perderse por las bibliotecas de alguno de estos coleccionistas debe de ser el paraíso del que hablaba el autor.

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