Diez libros que muy pocos han logrado terminar
Aunque tal vez muchos afirmen lo contrario
El novelista británico Nick Hornby
animaba en el pasado festival literario de Cheltenham a quemar en una
fogata los libros complicados. A no perseverar con esa novela que se
instala en la mesita de noche como un parásito porque su lector es
incapaz de leerla pero no quiere admitir su derrota. “Cada vez que
seguimos leyendo sin ganas reforzamos la idea de que leer es una
obligación y ver la tele es un placer”, afirmaba, en un elogio de la
lectura como actividad hedonista.
Al hilo de su participación, muchos
foros discutieron qué títulos son los más indigestos, una versión más
del eterno debate de si se leen obras complicadas para poder decir que
se han leído más que por el placer de leerlas. Algunos llevan esta idea
demasiado lejos. El novelista británico Kingsley Amis dijo en sus años
de madurez que a partir de entonces, con poco tiempo de vida por
delante, sólo leería “novelas que empiezan con la frase: ‘Se escuchó un
disparo’”. Quizás el padre de Martin Amis exagerara (las memorias de su
hijo, donde tanto lo ataca, tienen casi 500 páginas), pero son muchos
los que opinan que “la vida es demasiado corta para leer libros
demasiado largos”. He aquí una lista de tomos que cargan con el estigma
(injusto a menudo) de ser inacabables.
1.- El arco iris de la gravedad, de Thomas Pynchon

Esta y otras novelas del autor más
misterioso de la literatura estadounidense ha alcanzado para muchos el
estatus de literatura ilegible
En el capítulo Girl in the Big Ten de la temporada 13 de Los Simpsons,
la pequeña Lisa se quiere hacer pasar por una estudiante de instituto.
En una escena fisga en la taquilla de una estudiante y descubre este
novelón. La conversación que mantienen las dos se desarrolla así:
“¿Estás leyéndote El arco iris de la gravedad?”, le pregunta la pequeña
Simpson. “Bueno, lo estoy releyendo”, contesta la estudiante. Esta
broma, y el hecho de que aparezca en esta serie, resumen hasta qué punto
esta y otras novelas del autor más misterioso de la literatura
estadounidense ha alcanzado el estatus de literatura ilegible. No para
todos, claro. Es famoso el profesor George Lavine, que anuló sus clases
para encerrarse durante tres largos meses de 1973 con el único objetivo
de engullirla. Cuando salió de su reclusión afirmó que Pynchon era lo
mejor que le había pasado a las letras estadounidenses del siglo XX.
2.- Crimen y castigo, de Fiodor Dostoyevski

De poco sirve que se pueda leer como un
thriller psicológico y torturado que no se resuelve hasta el último
párrafo. Quizás por su título, que algunos consideran aplicable a lo que
representa su escritura y su lectura, pocos no se atreven ni a tocar
con un palo los delirios de Raskolnikov, o los dejan a la sexta muestra
de tormento.
3.- Guerra y paz, de León Tolstoi

Otro ejemplo de la literatura rusa, que
se suele colocar en este tipo de listas con bromas como:
“Lamentablemente, no llegué ni al primer disparo de la guerra”. Aunque
muchos lo consideran una lectura trepidante ambientada en la invasión
napoleónica de la Madre Rusia, preferirían ver la versión
cinematográfica. Carga con el estigma recurrente de que leer a los rusos
es complicado y más fatigoso que escalar algún pico de los Urales. Su
autor lo escribió convalenciente, después de romperse un brazo tras
caerse de un caballo. Algunos lectores declaran en este tipo de debates
haberse sentido así durante su lectura.
4.- Orgullo y prejuicio, de Jane Austen

Otra novela que esconde claves en su
título. Algunos lectores la acaban por lo primero, por orgullo, y otros
ni se acercan por lo segundo, por puro prejuicio. Es una cumbre de los
bisbiseos y los tejemanejes románticos, incluso cómicos, pero el lector
contemporáneo a menudo se harta de las tensiones sexuales que sí celebra
en las telecomedias. Este lector poco paciente no es el único. El genio
Mark Twain llegó a declarar: “Cada vez que leo Orgullo y prejuicio me
entran ganas de desenterrarla y golpearle en el cráneo con su propia
tibia”.
5.- Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, de Laurence Sterne

Se publicó por volúmenes durante ocho
años. El autor falleció antes de que se publicara como novela; de hecho,
muchos especialistas consideran la obra inacabada después de tantísimas
páginas. El libro pretende ser la autobiografía del narrador, que se
pierde en digresiones y bucles infinitos y tronchantes pero no aptos
para todos los paladares. Es una pieza fundamental en la narrativa
moderna y cómica, pero el hecho de que el protagonista no nazca hasta el
libro tercero no ayuda a que muchos aguanten con el volumen en las
manos. Quizás prefieran la adaptación de Michael Winterbottom, aunque de
adaptación fiel tenga, como no podía ser de otro modo, poco.
6.- La divina comedia, de Dante

El poema escrito por Dante Alighieri en
el siglo XIV pertenece al grupo de los que quizás engañen por el título
al incauto. Crucial en la superación del pensamiento medieval y ácido
como un limón en los ojos gracias a los comentarios sobre su época, ha
sido hasta versionada en un monólogo por Richard Pryor. Sin embargo,
muchos se quedan en la primera parte (titulada Infierno) o ni siquiera
pasan por la segunda, el Purgatorio, y mucho menos abrazan la
definitiva, bautizada como Paraíso.
7.- Moby Dick, de Herman Melville
El músico Moby admite que, aunque se puso ese seudónimo, jamás ha acabado la novela. El autor es su tiobisabuelo

Si el protagonista de otro relato de
este autor Bartleby el escribiente, ese abogado neoyorquino hastiado
con, entre otras cosas, su trabajo, dice aquello de “Preferiría no
hacerlo”, muchos lectores suscriben esa frase cuando se enfrentan a la
novela definitiva de Melville. No comparten la obsesión ciega del
Capitán Ahab por dar caza a la ballena y se marean con la primera
tormenta en alta mar. No están solos, a pesar de la legión de fans
entregados que sí vibran con este libro, en una reciente reedición en
castellano de esta obra, el prologuista incluye una suculenta anécdota.
El músico Moby (sí, el que hace canciones que salen en ochenta anuncios)
admite que, aunque se puso ese seudónimo, jamás ha acabado la novela
porque le parece “demasiado larga”. Una pista: ese músico calvo se llama
en realidad Richard Melville, su tío bisabuelo es el consagradísimo
autor.
8.- Paradiso, de José Lezama Lima

Las más de 600 páginas de esta especie
de novela de aprendizaje, exuberante en su prosa como un árbol
cargadísimo de fruta, son un infierno para demasiados lectores. Muchos
acceden a la formación del poeta José Cemí aconsejados por Julio
Cortázar, un autor fundamental para muchos adolescentes del que se
intentan devorar todas sus pistas, pero el lenguaje personalísimo y el
largo alcance barren a un altísimo tanto por ciento del público de una
de las novelas en castellano del siglo XX. Es más curioso si se sabe que
el autor es cubano, un carácter poco dado a estos recluimientos. En la
narrativa latinoamericana, y pese a su reciente culto global de su
autor, también se suele bromear con 2.666, de Roberto Bolaño, que no
alcanza ese número de páginas, pero se le acerca, tiene más de mil.
9.- Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek / Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes

Dos historias picarescas con dos antihéroes absolutamente
inolvidables que cargan con el problema de ser el clásico más aplaudido
de ambos países
El mismo bufido de aburrimiento y desgana en las aulas checas y
españolas. Y lo peor es que ambos emitidos por la obligación de leer dos
de las novelas más divertidas y delirantes de la historia. Dos
historias picarescas con dos antihéroes absolutamente inolvidables que
cargan con el problema de ser el clásico más aplaudido de ambos países.
¿Su problema? Obligar a alumnos imberbes con las feromonas disparadas a
adentrarse en sus numerosísimas páginas, paraconvertirlos en “un libro
de la Mancha -o de Praga- del que no quiero acordarme”. Leídos, sin
embargo, más adelante son más adictivos que una bolsa de pipas con sal o
que la serie con más televidentes.
10.- La broma infinita, de David Forster Wallace

Resulta curioso que una novela, entre
otras cosas, sobre la adicción y el colapso de la cultura del ocio
desanime a tantísimas personas. Su más de mil páginas, cientos de ellas
son notas al pie, lo convierten en uno de los libros posmodernos clave
en la historia de la literatura, pero también provocan que muchos crean
que su malogrado autor, que se acabaría suicidando, había escrito,
efectivamente, una especie de broma infinita sin gracia. Los lectores
actuales trazan una línea en el suelo y separan dos bandos: la aman o la
odian.
falto el ulises de james joyce
ResponderEliminar