lunes, 26 de diciembre de 2016

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5 cuentos que son mejores que cualquier novela

Tsundoku es una palabra japonesa que significa “comprar un libro y dejarlo en una pila de más libros sin leer que cada vez crece y crece más”. Suena familiar ¿no? Entrar a una librería libera una euforia inmensa que nos conduce a comprar decenas de libros, sin considerar los remates o tianguis que prácticamente los regalan.
El deseo por tener en nuestras manos todas esas obras literarias se refuerza cada vez que conseguimos un libro que habíamos añorado desde hace mucho, pero una vez que llega a nuestro hogar se transporta “mágicamente” a la pila de libros que “voy a leer el próximo año”. Seamos honestos, seguramente los vamos a leer en algún momento de nuestra vida, pero no es garantía que sea pronto.



Con las múltiples obligaciones que tenemos, el tiempo de lectura se reduce drásticamente, por lo que leer una novela puede llevarte semanas o meses, dependiendo de la extensión. Por eso, tomarte unos minutos para leer alguno de estos cuentos cortos puede hacerte recordar la grandiosa sensación de la lectura de la mano de los mejores. Latinoaméricanos, ingleses, de amor, romance o terror no importa, cualquier cuento tiene esa virtud; no por nada Julio Cortázar lo define como un instante, como “una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia.


“Continuidad de los parques” – Julio Cortázar


“Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo…”

Parte del libro “El final del juego”, es un cuento muy breve que relata, con simplicidad, un bucle de temporalidad como sólo el argentino podría. El protagonista está cómodamente sentado leyendo un libro –como todos lo hemos hecho-, pero al final descubre que también es un personaje de esa atípica novela.  

“El corazón delator” – Edgar Allan Poe  


“Más alto… más alto… más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían… y se estaban burlando de mi horror! […] -¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí… ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!”



Una hipérbole de lo que el sentimiento de culpa puede provocar. Un joven vive para cuidar a un viejo hombre a quien detesta por su horrendo ojo. Es tanto su odio que decide matarlo y esconder los restos en una escotilla, pero cuando la policía llega y lo presiona para cuestionarlo por la muerte del viejo, los intensos latidos del cadáver en su mente lo obligan a confesar.  

“El rastro de tu sangre en la nieve” – Gabriel García Márquez
 
“Al anochecer, cuando llegaron a la frontera, Nena Daconte se dio cuenta de que el dedo con el anillo de bodas le seguía sangrando. El guardia civil con una manta de lana cruda sobre el tricornio de charol examinó los pasaportes a la luz de una linterna de carburo, haciendo un grande esfuerzo para que no lo derribara la presión del viento que soplaba de los Pirineos”.

El realismo mágico de García Márquez está representado de manera sublime en este cuento que relata la historia de amor y tragedia de Nena Daconte y Billy Sánchez. Un hecho inesperado y de mínima importancia desencadena una serie de tragedias, situación que sólo podría ser posible en historias de “Gabo”.

“La isla desconocida” – José Saramago


“Soy el rey de este reino y los barcos del reino me pertenecen todos, Más les pertenecerás tú a ellos que ellos a ti, Qué quieres decir, preguntó el rey inquieto, Que tú sin ellos nada eres, y que ellos, sin ti, pueden navegar siempre, Bajo mis órdenes, con mis pilotos y mis marineros, No te pido marineros ni piloto, sólo te pido un barco, Y esa isla desconocida, si la encuentras, será para mí, A ti, rey, sólo te interesan las islas conocidas, También me interesan las desconocidas, cuando dejan de serlo, Tal vez ésta no se deje conocer”.

Una obra plagada de simbolismos sobre la introspección del ser humano y un viaje que tiene como objetivo la búsqueda de uno mismo. Las metáforas y analogías hacen de este cuento, simple y digerible, un relato con miles de referentes ocultos que ayudan a entender la obra de Saramago.

“La tía Daniela” – Ángeles Mastretta

“La tía Daniela se enamoró como se enamoran siempre las mujeres inteligentes: como una idiota. Lo había visto llegar una mañana, caminando con los hombros erguidos sobre un paso sereno y había pensado: “Este hombre se cree Dios”. Pero al rato de oírlo decir historias sobre mundos desconocidos y pasiones extrañas, se enamoró de él y de sus brazos como si desde niña no hablara latín, no supiera lógica, ni hubiera sorprendido a media ciudad copiando los juegos de Góngora y Sor Juana como quien responde a una canción en el recreo”.

El primer texto del libro de cuentos, “Mujeres de ojos grandes”, de Ángeles Mastretta es una referencia al estilo de vida de las mujeres en México en los años 70 y 80. Con las perspectivas convencionales de “las tías” y un humor muy particular, hace énfasis en los antecedentes de un movimiento feminista que existe hasta nuestros días.
“Funes el memorioso” – Jorge Luis Borges
“Al caer, perdió el conocimiento; cuando lo recobró, el presente era casi intolerable de tan rico y tan nítido, y también las memorias más antiguas y más triviales. Poco después averiguó que estaba tullido. El hecho apenas le interesó. Razonó (sintió) que la inmovilidad era un precio mínimo. Ahora su percepción y su memoria eran infalibles”.


La inequívoca pluma de Borges relata la “maldición” de un pobre hombre por recordar todo. Momentos históricos, hora, lugar, textura, posición, personas, imperfecciones, absolutamente todo. Podría parecer increíble tener esa capacidad, pero acumular más recuerdos a una mente atiborrada podría significar un lamentable destino.

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