sábado, 13 de agosto de 2016

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8 escritores considerados para hipsters y por qué no lo son

Lo hipster es malo y no es más que una tendencia de superfluidades megalómanas. Palabras más, palabras menos, eso es lo que mucha gente sentencia acerca de esta contracultura que logró cruzar las barreras de lo alternativo radical para apoderarse del extremismo convencional; sin embargo, los emisores de estas críticas pierden de vista que la moda y las atracciones de una generación siempre son influenciadas o se apropian de algo que nació completamente en las calles, afuera de las instituciones o lejos de las “buenas” familias. No es malo, tampoco es bueno; simplemente ha sido producto de una urgencia de renovación que halló por fin una forma exacta para reestablecer el cauce de la humanidad. Cuando caduque, vendrá otra y así sucesivamente.


Películas, fotografías, discos, ropa, lugares, pero sobre todo libros se han gobernado en los últimos años por un carácter hipster que se recibe negativamente en muchas partes del mundo; en repetidos casos, tales producciones literarias se han catalogado como propias de esa tendencia “pretenciosa”, por una impresión errónea de que sólo están entre sus listas de favoritos dada la inexperiencia, estupidez o alarde vacío que supuestamente embargan a la moda. Es decir, títulos que sólo se cargan bajo el brazo para “impresionar” a alguien más y ningún otro cometido. Juicio por demás equivocado.
Esos textos, gracias a una pasión exacerbada del público por lo “raro” y lo “único”, han impregnado incluso a sus autores con una esencia casi irrenunciable de presunción. Una mala impresión que, la mayor de las veces, no está bien fundamentada y demuestra que no sabemos de quiénes estamos hablando. Ni entendemos de movimientos sociales ni mucho menos de literatura; el desprecio a alguno no nos llevará a ningún lugar.




Por ello, revisemos con cuidado a:

David Foster Wallace


Este hombre de letras norteamericanas que se quitó la vida en 2008 y fue mundialmente conocido por su libro “La broma infinita”, no es un autor cualquiera; no es una tendencia que pronto se nuble con el avanzar de la historia y tampoco es un novelista sin sentido. Su sentido de crítica y acidez posmoderna en la puntualidad de la sociedad capitalista y sus medios narrativos de tecnología, le dieron un lugar por años en The New Yorker, Rolling Stone, Harper’s Bazaar, Esquire y Science. Su obra nació antes y después de los hipsters; murió de la misma manera. Las historias y ensayos de Wallace están abiertos para cualquier ser humano que viva la amargura que el presente representa.



Julio Cortázar


¿Desde cuando el Cronopio mayor se circunscribió a un público definitivo? Es decir, su trabajo no es fácil ni digerible al primer encuentro para nadie, pero ¿por qué se le encasilló a un sector como éste? Las razones pueden ser varias; entre las más famosas puede mencionarse que es quizá un escritor latinoamericano que encarnó en su vida y obra toda esa complejidad extravagante que persigue el hipster de hoy; ¿acaso no hay más? ¿Es imposible que alguien entienda y ame lo que hizo, por decir lo más pronto, en “Rayuela”? Cortázar es un poeta único al que cualquiera debería acercársele sin esos prejuicios de pretensión.



Don DeLillo


Considerado como una de las figuras centrales en la posmodernidad literaria, DeLillo ha trascendido más de mil y un críticas negativas hacia su trabajo para demostrar que un hombre del Bronx ha podido aportar más que palabras bonitas a la literatura o novelas consideradas best-seller. Su obra es muestra de un ojo crítico, apabullantemente juicioso y certero en cuanto al nivel de violencia que sufrimos en la actualidad. Desde los lejanos años 70, este autor no ha cesado de brindar párrafos para cualquier persona interesada en la vida, no sólo para chicos que se quieren llenar la boca con sus citas.



William Vollmann


Entre sus temas están la guerra, la pobreza, la drogadicción, la inmigración, la prostitución, la violencia –cómo y cuándo se justifica– y la historia de la colonización de América del Norte. No es un autor impenetrable, pero sí difícil de leer. Es posible que Vollmann sea uno de esos personajes que sólo podrá ser apreciado merecidamente por los lectores de otra época, así que no importa mucho que sólo unos cuántos lo lean o carguen sus libros bajo el brazo para verse interesantes.



Lynne Tillman


Nacida en 1947, Lynne es una novelista, ensayista y crítica de primera clase. Profesora y eterna estudiante de nuestra cultura, ha publicado en centenares de periódicos, en los que comenzó su fama hace ya muchos años. Su forma de trabajar y de relacionarse con el entorno le han situado, a la fecha, en un lugar primordialmente protagonizado por los grande jueces de la época, convirtiéndola en una referencia completa de calidad, ironía y creatividad.



George Saunders


Escritor norteamericano que se ha destacado principalmente por sus relatos cortos –los cuales se han publicado en repetidas ocasiones por The New Yorker, Harper’s Bazaar y GQ– en un sentido muy cercano a la ficción, pero siempre de trasfondos sociales e incluso políticos. Podríamos pensar que de estas publicaciones, sobre todo la primera, sólo se aferra un círculo hipster y tendencioso a lo intelectual chic que representan ciertas marcas; pero no siempre es así, este autor es muestra de que grandes plumas trabajan para esas ediciones que se ven insignificantes, pero en realidad cargan con décadas de tradición literaria.



Lydia Davis


Mejor conocida por su fugaz matrimonio con Paul Auster, otro grande de las letras, y su prestigiado lugar en la Academia Americana de Artes y Ciencias, Lydia es una escritora tenue pero imponente. Con un perfil medianamente bajo, lo que se ha malentendido en su carrera y propiciado que el público la desprecie como una autora propia del hipster, sus relatos tienen una narrativa exquisita, un análisis filosófico como ninguno en la literatura contemporánea y están llenos de humor. Davis es una mujer que define actualmente lo que significa literatura.



Micahel Kimball


Se ha llegado a decir que este personaje de Michigan redefine a la literatura en Norteamérica. Si es cierto, cada uno de sus lectores lo definirá en la lectura de su trabajo; por lo pronto, algo que sí podemos asegurar es que su escritura no es un ardid de juventud o que ésta se deja guiar por las nuevas generaciones y sus deseos de extravagancia. La narrativa de Kimball es sincera, creadora y urgente para una sociedad como la nuestra, que no sabe lo que es belleza hasta que la tiene enfrente.

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