miércoles, 20 de julio de 2016

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Los consejos amorosos de Lovecraft

“Creía que nadie era capaz de comprender ni de amar a alguien, y se sentía un extranjero en su patria”. Así es descrito Howard Lovecraft, por Rafael Llopis. Quizá fue esta la razón por la que uno de los grandes de la literatura fantástica y de terror creara mundos y hasta su propia mitología, para sentirse parte de mundos fantásticos.

La innovación de Lovecraft consiste en la transición de la temática tradicional del terror sobrenatural, en la que hablaba de fantasmas y satanismo, además de jugar con la inclusión de elementos de ciencia ficción, pues incluyó en sus historias: viajes en el tiempo, razas alienígenas y la existencia de otras dimensiones.   
Una vez que has leído el “terror cósmico” del estadounidense Howard Phillip Lovecraft, sus mundos extraños vigilados por demonios y dioses que son indiferentes a nuestro destino, resultaría casi inimaginable pensar que el escritor pudiera actuar como consejero amoroso.

Casi desconocido en su propia época, Lovecraft “recibía” cartas de “lectores tan extraños como sus personajes”, quienes, desesperados por solucionar sus problemas amorosos, se ponían en contacto con él para obtener respuesta a sus males, pues sabían que si en este mundo no existía solución, quizá en los de Lovecraft sí. Así que, manteniendo siempre su estilo, lucidez y creatividad, el autor respondía a sus “remitentes” como ejercicios de metaficción, en los que un banquete cruel de entidades alienígenas ventilan sus males y problemas de amores bajo el peculiar estilo de Lovecraft.
 A través de sus consejos, Lovecraft recuerda a todo lector que la vida es como encontrarse ante una obra de ficción, y quien al vivir en una raza tan cruel como la humana, se enfrenta siempre a jugar en un espacio en el que la ficción y lo real no tienen límites, porque nadie es capaz de comprender con pureza a ningún semejante: 
Estos son algunos ejemplos de los consejos amorosos que Lovecraft hizo llegar a sus fieles lectores:
Querido Howie:
 Un cambio le ha sobrevenido a mi esposo. Le gusta devorar manuscritos prohibidos, y seguido regresa a casa tarde, dando la excusa de que ha estado participando en orgías en un pantano cercano. ¿Así que, por qué nunca me invita? 
Sulking

Querida Sulking:
 He estado bajo un gran estrés nervioso desde que leí tus palabras, las cuales, siento, me llevaron al borde de un reino ultradimensional de indescriptible terror. Es un asombro que apenas puedo contestar en una carta. Dalgaar se me apareció en un sueño, rogándome que dejara de contestar correos, y esto sólo puede generar atención, pero estaba demasiado alterado para terminar su oración. Convéncete, si puedes, que los cefalópodos que venían detrás de él no eran más que fantasmagoría, que los hábitos disolutos de tu esposo son inofensivos, que el olvido eterno es a lo que más podemos temer, que las exageraciones en los Pergaminos Sarracenos  no tienen fundamentos. ¡Deseo fervientemente poder ser yo mismo tan crédulo todavía! Si es que no es demasiado tarde, libera tu mente de toda especulación tenebrosa sobre correosas langostas sin rostro descendiendo por toboganes de ónix hacia altares. Dalgaard evidentemente no debió de haber pedido prestado de la librería  La Crónica del Fango, una copia que seguramente ya está horriblemente vencida, ni debió haberse enseñado a cambiar de mente con las personas del hinojo, las que, insiste, tienen el abominable talento de forzar cambios demenciales sobre la estructura del tiempo-espacio. 
Tu más sincero sirviente, 
HPL


Maestro: 
Soy Xah’gnui, quien largamente ha excursionado en los canales de la literatura subterránea, conduciendo investigaciones prohibidas hacia lo desconocido, con una perspectiva de revivir lagartijas nigromantes silenciosas por leones interplanetarios. ¿Por qué es tan difícil para mí conseguir  una cita? 

Viajero Asombrado: 
¡Por Dios que no hubiera abierto tu abominable carta ni ninguna otra! Estoy sentado en el sofá desvariando, luchando por exprimir de mi conciencia la intrusión de tu perversidad, lo más terrible del caso es que está escrito con mi propia letra. Y si eso no fuera suficiente, la pestilencia ácida de tu letra se asemeja a esa cosa –si es que es una cosa—que ahora babea espasmódicamente contra mi ventana. Ayer atisbe apenas su sombra necrófaga, y sus contornos son tan terribles como su bajo sonido silbante, el licor que exuda, y sus interminables castañeteos contra la manija de la puerta. Su silueta recuerda un ramo de brócoli gigante, con bizarros apéndices que no son ni bocas ni talones, y pese a estar poco equipado para la tarea, me ha estado enviando a un ritmo alienígena algún tipo de mensaje. ¡A través de un vacío de ultramundo ha estado intentando tomar control de mi mente!  Aún ahora los escucho tropezando golosamente con el buzón. Mi único consuelo es que ya haya devorado al Cartero Rural, para que no tenga que anticipar la llegada de esta vil y maldita correspondencia. 
Suyo,
 HP

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