Lo sabemos, todos queremos dedicarnos a hacer eso que amamos, a sentir que, en lugar de vender nuestro tiempo, nos esforzamos por ser mejores y contribuir con lo que nos apasiona. En el mundo de los escritores puede resultar un tanto complicado para quienes aspiramos a vivir de nuestra pasión.
Los escritores y sus trabajos
Toda mi vida soñé con poder dedicarme a la escritura. Y ahora que estoy intentando hacerlo, debo admitir que me produce un miedo terrible. Casi todos los días escuchó compañeros o “amigos” diciéndome que prácticamente es imposible que lo logre.
Charlotte Brontë trabajó como institutriz para familias acomodadas, en tanto que Harper Lee,
autora de “Matar a un ruiseñor” trabajó como dependienta y
teleoperadora para una aerolínea cogiendo las reservas de los billetes.
Margaret Atwood hoy en día es una de las escritoras más famosas, pero en sus inicios tuvo que trabajar en una cafetería, servía café y se encargaba de la máquina registradora.
William Faulkner fue
empleado de correos. El autor de “El ruido y la furia” antes de
convertirse en un célebre escritor, trabajó 3 años realizando tareas
administrativas en una oficina de correos. Algunas anécdotas dicen que
Faulkner no se tomaba nada en serio sus tareas y se pasaba el rato
leyendo libros y escribiendo.
James Joyce: el reconocido autor de “Ulises” en sus inicios tuvo que ganarse la vida como músico, en concreto como pianista.
Stephen King, a pesar
de ser uno de los autores más vendidos del mundo, el escritor tuvo un
inicio duro. No conseguía trabajo como profesor y decidió quedarse con
el puesto de bedel en el instituto que quería enseñar, le valió como
inspiración para escribir su novela Carrie.
Wallace Stevens, autor
De “De la simple existencia”, era abogado de seguros en la Hartford
Accident and Indemnity Comapny, donde trabajó hasta su muerte. Para el
poeta el trabajo no era una cosa tan mala, y aseguraba que gracias a
esto había aprendido a ser disciplinado.
William Burroughs, el
autor exponente de la generación beat, antes de alcanzar fama como
escritor trabajaba como exterminador de plagas, oficio que aseguraba
gustarle. Algún tiempo después bautizaría así una de sus historias
breves y recopilación de cuentos.
Bukowski
trabajó durante muchos años como cartero, y en más de una ocasión
manifestó su descontento y poco gusto por su trabajo. Incluso llegó a
expresar en una carta a su mecenas John Martin su insatisfacción por el
sistema.
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