viernes, 10 de marzo de 2017

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¿tener buena ortografía es benéfico según la ciencia?

Nada dice tanto de una sociedad como el lenguaje. Solemos creer que el idioma tiene poder suficiente para definir el rumbo del pensamiento. Es común escuchar que el español es machista, que el inglés es vano o que el alemán resulta serio y complejo, cuando, en realidad, ocurre justamente a la inversa: los distintos idiomas y su carga semántica son el reflejo de la conciencia de millones de personas que día a día, minuto a minuto, crean un conjunto articulado de palabras, frases y oraciones para expresar todo cuanto consideran digno de ello.


El lenguaje es una vía en construcción permanente a través de pensamientos, ideales, actitudes y costumbres de un grupo determinado, del que resulta imposible abstraerse. Un ente material que se modifica en manos de todos los hablantes de un idioma determinado. 



A lo largo de la historia, ninguna vía de expresión ha logrado tanto como la escritura. En palabras de Carl Sagan, se trata de la única forma de vencer al inexorable paso del tiempo. A través del relato escrito, la voz de alguien que murió hace miles de años puede resonar en la mente de los vivos. No sólo eso, todos sus pensamientos pueden contrastarse con la realidad y demostrar su vigencia o caducidad. En cierta forma, la escritura nos acerca a la inmortalidad, al menos de los pensamientos.

Sin embargo, se enfrenta a una barrera natural, a veces intransigente y otras necesaria para su comprensión: la ortografía. Como invención humana, la ciencia afirma que la escritura no es parte de un desarrollo evolutivo heredado, tal como la capacidad innata de hablar luego de escuchar el lenguaje oral desde los primeros años de vida de un infante. Hace falta mucho más que mirar letras sin conocer su significado para desarrollar tal habilidad y un poco más para escribir correctamente.



El cerebro se encarga de separar el habla de la escritura, pues la primera corresponde a un estadio mucho más primitivo en el curso de la evolución, mientras la segunda se desarrolló como una habilidad que requiere de un desarrollo cognitivo avanzado, el uso de la vista, el pensamiento lógico y la habilidad neuronal para procesar símbolos escritos (tanto leer como escribir).

Ahí radica la importancia de la ortografía. No sólo funciona para dar coherencia y orden a un discurso, también es un indicativo de una capacidad de coordinación mayor entre el lóbulo occipito-temporal izquierdo y la retina, que se encarga de captar la información visual a través de las células fotoreceptoras. Mientras el canal de comunicación sea más preciso, mejor será la comprensión entre emisor y los posibles receptores.



Según un polémico estudio de la Universidad de Michigan, las personas que se preocupan sobremanera porque se cumplan las leyes ortográficas resultan más molestas para el resto del mundo. La razón es obvia: la unión entre un mensaje y su expresión se fragmenta completamente y a los ojos de alguien obsesionado con el orden y, la coherencia de cada signo de puntuación, pierde todo sentido.

No se trata de caer en la pedantería intelectual que pretende elevar el lenguaje a un nivel inalcanzable y estrangularlo a través del academicisimo y palabras que nadie conoce; sino de establecer un canal de comunicación eficiente y sencillo. En palabras de Gabriel García Márquez “simplifiquemos la gramática antes de que termine simplificándonos a nosotros”.

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