La planchada
Se trata de una historia común que recorre los pasillos del Centro Médico Nacional y otros nosocomios de la capital del país. Eulalia era una joven zacatecana que ejercía la enfermería con pasión y, después de abandonar su estado natal, decidió viajar a la Ciudad de México a iniciar una nueva vida llena de sueños y aspiraciones, enamorándose perdidamente de un médico que sólo jugó con sus sentimientos y cuyo abandono la llevó al borde de la locura.
Eulalia cayó en depresión crónica y descuidó a los enfermos a su cargo hasta que muchos de ellos perdieron la vida a causa de su negligencia. Desde entonces, se rumora que durante las noches de guardia, el alma de Eulalia ronda por los pasillos de los principales hospitales de un blanco impoluto, arrepentida por dejar morir a las personas que estuvieron a su cargo.
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La Llorona
Posiblemente la leyenda más famosa en todo México y América Latina nació en la capital, cuando aún se trataba de México-Tenochtitlán: una década antes de la llegada de los españoles, ocurrieron al menos 8 fenómenos que fueron tomados como una mala señal para Moctezuma y el resto de los mexicas.
Uno de ellos eran los quejidos de una mujer que se aparecía en los caminos y encrucijadas por las noches, llorando amargamente por sus hijos. Algunos coinciden en que se trata de Cihuacóatl, la diosa madre mexica que, a modo de premonición, recorría las calzadas entre lágrimas por lo que habría de ocurrir en la sangrienta conquista. Con el paso del tiempo, la historia cobró distintas versiones y hoy es conocida como una mujer que sufrió de mal de amores y al borde de la locura asesinó a sus hijos; su pesar se escucha sobre Reforma, en Mixcoac y otros caminos de noche.
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La isla de las muñecas
En los años cincuenta, un señor oriundo de Xochimilco de nombre Julián Santana Barrera, solía vender la cosecha que conseguía de la zona lacustre del sur de la Ciudad de México y asistir por las tardes a la Pulquería “Los Cuates” en el Barrio de la Asunción. El hombre, mejor conocido como “la coquita”, era muy reservado y nunca charlaba con nadie, excepto con el hijo del propietario de la pulquería que le atendía. Un día y después de más de una década de asistir, Julián dejó de frecuentar el lugar y nadie más volvió a preguntar sobre él.
No fue hasta los años 90, cuando entre los trabajos de rescate de Xochimilco, se descubrió la presencia de un islote solitario, donde sólo había un poblador, “la coquita”. Se rumora que Julián decidió recolectar muñecas cuando se enteró de la presencia de un espíritu infantil que atormentaba la zona y ponía en riesgo las cosechas. Con el paso de los años, Santana Barrera se hizo famoso y recibió un sinfín de muñecas, mismas que acomodó en la chinampa. En 2001 y en circunstancias extrañas, Julián falleció ahogado en su isla de la misma forma que, aseguraba, la niña fantasma que rondaba el lugar había muerto.
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