Las repercusiones de la Segunda Guerra Mundial y los horrores de los campos de concentración nazis siguen sonando en nuestros días.
Recientemente, una anciana de 91 años fue hallada culpable de haber estado involucrada en la muerte de más de 260 mil judíos presos en los campos de concentración. La mujer laboró como operadora de radio en Auschwitz bajo las órdenes del comandante del lugar de abril a julio de 1944. Aunque su participación fue de manera indirecta, la fiscalía alemana no ha dudado en aplicar el brazo de la ley sobre la mujer. Éste es un loable intento del gobierno alemán por continuar castigando a los involucrados en uno de los crímenes más atroces en contra de la humanidad.
Escarbando con mayor profundidad en la historia, nos encontramos con que más mujeres fueron simpatizantes de Hitler y sus huestes: las llamadas feminazis, niñas y jóvenes de entre 10 y 18 años que formaron parte de una de las agrupaciones femeniles de la época nazi menos conocida pero no por ello menos relevante.
La rama femenil de las Juventudes Hitlerianas era conocida como la Liga de Muchachas Alemanas. Fue fundada en 1930. A partir de 1936, tres años después de que los nazis asumieran el poder, toda alemana de entre 10 y 18 años tenía que formar parte de este grupo, siempre y cuando estuviera sana, fuera aria de nacimiento y no tuviera ninguna enfermedad contagiosa.
El ideario de esta agrupación era la nula idolatría hacia los hombres, a excepción de Adolf Hitler. Eran educadas en las tradiciones alemanas más conservadoras y su carácter se distinguía por ser fuerte y decidido. Las muchachas debían ser físicamente sanas y aptas para las duras tareas que se les exigían. Era fuerte su orgullo feminista y no debían ver a sus hombres como ídolos, sólo como compañeros.
Trude Mohr, ex empleada de correos y militante del partido nazi desde 1928, fue su primera líder y guía espiritual; sin embargo, tras contraer nupcias, fue obligada a ceder su cargo a Jutta Rüdiger, ya que era obligatorio que para ocupar un puesto de mando, las mujeres fueran solteras y no tuvieran descendencia. Rüdiger fue la líder de esta agrupación hasta su disolución en 1945, cuando los alemanes fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial por los Aliados.
Esta agrupación se dividía en dos bloques: en uno se encontraban las niñas de entre 10 y 14 años, y en el segundo, se agrupaban las que tenían 14 a 18. En 1938 se creó una tercera agrupación conocida como “Creencia y Belleza”, la cual se conformaba por niñas y jóvenes de 18 a 21 años. Éstas recibían educación matrimonial y eran instruidas en áreas del arte como el canto, el teatro y la pintura. También se les inculcó un espíritu de ayuda social.
Cuando la Segunda Guerra Mundial estalló,muchas jovencitas prestaron ayuda de forma voluntaria en los hospitales y en las estaciones de tren para la atención de los soldados heridos. También hacían colectas en las calles para recaudar fondos. Después de que algunas ciudades alemanas sufrieran ataques aéreos de los ejércitos aliados contra Alemania, muchas niñas y jóvenes prestaron ayuda como operadoras de reflectores, auxiliares de señales y haciendo labores de oficina.
A pesar de que no se tienen datos precisos al respecto, se sospecha que algunas de ellas participaron en la defensa armada de su país de manera voluntaria. De ser esto cierto, sería una muestra de la enorme valentía y amor que las muchachas profesaban por su país y líder. Lo que es un hecho es que tras la derrota de los alemanes, muchas de las afiliadas prefirieron suicidarse antes que ser capturadas por los Aliados. Esta fue una constante en varios miembros del partido nazi, quienes con tal de no ser juzgados por sus crímenes de guerra, se dieron a la tarea de salvar su honor y morir en nombre de su partido.
La Segunda Guerra Mundial es un cofre lleno de oscuros tesoros que siguen siendo descubiertos hasta nuestros días. Las mujeres, de forma directa o indirecta, también tuvieron un papel importante en este sangriento acontecimiento. Fue tal el poder de adoctrinamiento de Hitler, que las mujeres cayeron seducidas por sus ideales, los cuales recibieron un merecido fin, algo que la historia agradece.
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