domingo, 25 de diciembre de 2016

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nos han mentido el amor no existe, es solo una decisión

Hay ocasiones en la vida en las que nos rompen tanto otros, e incluso, en las que nosotros mismos nos rompemos tanto, que ir recogiendo las piezas es cansado, vamos perdiendo el rumbo, las ganas y la fuerza para ir pedazo por pedazo para reconstruirnos, pero hay un día en el cual los rayos del sol nos iluminan y todo parece mejorar…


El otro, tu decisión
Cada día estoy más convencida, afortunada o desafortunadamente, de que el amor es una decisión.
No es un rayo que te parta los huesos y te deje estaqueado en la mitad del patio. En realidad no nos toma por sorpresa, no es un momento mágico en el que de pronto sentimos que esa persona por la que estuvimos esperando toda la vida por fin llegó; es tan sólo el día en que determinamos que es precisamente ese otro el que nos va a enamorar; por quien vamos a suspirar, que nos va a robar el pensamiento y por quien después estaremos escribiendo, cantando, enloqueciendo.
No es que aquel otro sea especial, ni es el destino maniobrando para que tu mitad encuentre a su otra mitad y por fin sean uno solo. Tampoco se trata de una búsqueda casi imposible entre un mar de gente que no significaba nada y de pronto, en su encuentro, algo en ti despertó; el amor de tu vida, tu alma gemela; no es eso.


Es únicamente que así lo decidiste; esa mujer o ese hombre frente a ti, a quien elegiste adjudicarle todos los milagros que escuchaste, que leíste, que soñaste, es tan sólo un acuerdo contigo mismo. Pudo ser aquella chica que conociste en la secundaria, pudo ser ese primer ex novio, quizás también la chica que pasó a tu lado en el transporte, o el sujeto que conociste por casualidad en una reunión. Pero ninguno de ellos estuvo ahí cuando tú decidiste.
El asunto es que son precisamente esos ojos, esa sonrisa, esas manos; aquella forma de pensar, esa manera de hablar, de sentir y de crear, por la que decretaste que, no precisamente morirías, peor aún, vivirías.
Es eso lo terrible, lo maravilloso, lo extraordinario, la condena; fuiste tú quien decidió enamorarse así, del otro, de nadie más; no es nada mítico de fuerzas externas e incontrolables que no dependen de ti; eres tú, siempre se ha tratado de ti.


El problema radica cuando te conviertes en un ser incapaz de volver a decidir o, muy a tu pesar, cuando elegiste que sería esa tu decisión constante, eterna.
Y es cuando sufres de amor, porque descubres que lo único especial en fue precisamente el momento en que llegó, cuando te animaste a decidir, la coincidencia.
Porque puede ser maravilloso, pero nada es eterno, y los desencuentros llegan y con ellos el mal de amores; en todos: en los estables, en los imposibles, en los romances de años… y sucumbes ante una soledad a veces intolerable, incomprensible, en momentos incurables; porque nadie más lo entiende y quizá nunca lo harán; porque es tu culpa, es tu razón, es tu motivo, eres tú.
Entonces caes en la cuenta y enloqueces de una manera tristemente sensata, maduras, entiendes que hay que aprender a crecer, a morir, a vivir con las decisiones que tomaste.

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