Es usted profesor de letras? ¿Cada tanto imparte talleres de lectura pensando que hace un bien, no sólo a la comunidad, sino a todo el género humano? Pues bien, aquí le ofrecemos un breve tutorial para que todos aquellos que lo rodean, o que se acercan a usted en busca de recomendaciones, detesten la literatura de una vez y para siempre.
Lo primero que necesita es presentarse a sí mismo como una autoridad incuestionable en la materia. Una actitud solemne siempre será adecuada para llevar su imagen a alturas insospechadas. Si quiere resultados inmediatos, puede conseguir una de esas pipas que sólo los grandes ostentan y llenarla de tabaco barato, así, cuando expulse el humo sobre el rostro de quienes se le acerquen en busca de consejo, estos toserán y llenarán sus ojos de preciosas e inefables lágrimas.
Jamás ría ante los comentarios de ningún lector, por más ingeniosos o lumínicos que sean, y trate de hacer ver que la literatura es lo más serio que existe en este planeta. Un puñetazo en la mesa cuando nadie lo espere siempre reforzará su poder. Pero también puede toser usted mismo –no se preocupe: el tabaco barato ayudará– hasta que consiga tragarse un enorme y viscoso gargajo: se sorprenderá del efecto que eso causa en sus discípulos.
No se puede creer que todavia existan personas que dices saber de literatura y escriben idioteces.
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